CRISTO DE LA VEGA
La leyenda toledana la recoge las Crónicas del siglo XVI y fue popularizada por el poeta y dramaturgo del romanticismo español José Zorrilla y Moral (Valladolid 1817 – Madrid 1893) en su obra poética A buen juez mejor testigo.
Nos cuenta que Diego Martínez antes de partir a la guerra de Flandes promete a su amada Inés Vargas ante la imagen del Cristo de la Vega que a su regreso se casaría con ella. Pasa un tiempo el soldado regresa convertido en capitán, ante su nueva situación social niega la promesa que había hecho.
Inés pide justicia el gobernador de Toledo Pedro Ruiz de Alarcón que después de escuchar a las dos partes les pide presenten algún testigo; la joven pone como testigo al Cristo de la Vega que presencio el juramento.
Ante el asombro de los presentes, todos se encaminan hacia la ermita para tomar testimonio a tan singular testigo.
El notario después de leer las acusaciones pide juramento al crucificado que desclavando su mano derecha y poniéndola sobre los libros exclamo: ¡Si, juro!
A partir de este suceso la imagen del Cristo aparece con el brazo derecho descolgado de la cruz y los labios entreabiertos.
La imagen original fue destruida por las tropas de Napoleón en La Guerra de la Independencia (1808 – 1814). Una nueva imagen es bendecida en 1824 que seria hacha pedazos en la Guerra Civil y restaurada en 1938 por Bienvenido Valverde.
Imagen del Cristo de la Vega, Toledo
- A buen juez mejor testigo-
Está el Cristo de la Vega
la cruz en tierra posada,
los pies alzados del suelo
poco menos de una vara;
hacia la severa imagen
un notario se adelanta,
de modo que con el rostro
al pecho santo llegaba.
A un lado tiene a Martínez;
al otro lado, a Inés de Vargas;
detrás el gobernador
con sus jueces y sus guardias.
Después de leer dos veces
la acusación entablada
el notario a Jesucristo
así demandó en voz alta:
-Jesús, hijo de María,
ante nos esta mañana
citado como testigo
por boca de Inés de Vargas
¿juráis ser cierto que un día
a vuestras divinas plantas
juró a Inés Diego Martínez
por su mujer desposarla?
Asida a un brazo desnudo
una mano atarazada
vino a posar en los autos
la seca y endida palma,
y allá en los aires "¡Sí, juro!"
clamó una voz más que humana.
Alzó la turba medrosa
la vista a la imagen santa
Los labios tenía abiertos
y una mano desclavada.
(Fragmento de la obra de José Zorrilla)
No hay comentarios:
Publicar un comentario